El desprestigio de comunicar la ciencia

Son como dos mundos diferentes que comparten un miedo recíproco. Por un lado están los periodistas, quienes en su mayoría le escapan a la ciencia por ser un tema que resulta muchas veces complicado y que, además, es considerado de poco prestigio en los medios uruguayos.

Por el otro, se encuentran los científicos, temerosos de entregar información ante el peligro de que se tergiversen o malentiendan sus explicaciones, pero sobre todo sometidos al repudio de muchos de sus colegas, que ven con malos ojos la pérdida de tiempo que implica la divulgación.

Esta brecha, que durante mucho tiempo alejó a la ciencia del periodismo, ha ido disminuyendo notablemente en varios países, y la comunicación entre ambas partes parece haber experimentado un avance esperanzador. No obstante, en Uruguay “se puede decir que recién está naciendo el periodismo científico, porque ocho años atrás ni siquiera se sabía de qué se estaba hablando; esto significa que ha habido una evolución”, expresó Mariana Zabala, editora del suplemento “Cosas de la Vida” del diario El Observador.

Pero el tema es tan reciente en el país, que los medios locales ni siquiera han acuñado todavía la denominación de “periodista científico”, sino que en general se hace referencia a ellos como “los que se encargan de las páginas de salud, informática, etc.” Y, de hecho, son muy pocos los periodistas que se dedican exclusivamente a la ciencia, ya que la mayoría también debe cubrir otras áreas.

De segunda

En el resto del mundo, y cada vez más, el periodista científico es alguien de prestigio y de referencia en los medios de comunicación; sus secciones han sido trasladadas de las últimas a las primeras páginas e incluso a suplementos especiales. “Pero en Uruguay, donde hay una ponderación especial de tema político, el periodista científico todavía sigue siendo considerado de segunda, casi equiparado con aquellos que cubren cultura”, aseguró Cristina Canoura, editora de la sección “Salud, Ambiente, Ciencia y Técnica” del semanario Búsqueda.

Aunque el prestigio no sólo es una cuestión del ámbito periodístico. “Los científicos no tienen intenciones de popularizar el conocimiento, porque cuando alguien publica una nota en un medio, eso no es bien visto por sus colegas y quizás pueda afectar negativamente su carrera”, sostuvo Fernando Costa, investigador de Etología, Ecología y Evolución del Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable, y quien fuera director de la sección “Investigadores del Clemente Estable” en la desaparecida revista Posdata.

Esto mismo le sucedió hace algunos años al extinto astrónomo Carl Sagan, quien decidió llevar adelante una serie televisiva de divulgación científica denominada “Cosmos”, en la cual explicaba conceptos muy complejos, como el nacimiento de las estrellas o la evolución de un sistema planetario, de modo que el público lo entendiera. “La eficiencia de su narración lo convirtió en el relato científico de mayor éxito que se haya hecho en televisión”, afirma una publicación de la Asociación Española de Periodismo Científico. Sin embargo, cuando Sagan hizo aquella serie fue muy criticado por algunos de sus colegas, porque sentían que el astrónomo invertía demasiado tiempo divulgando en vez de hacer investigación.

A diferencia de lo que ocurre con la prensa masiva, el hecho de que un científico publique artículos en revistas especializadas “vale mucho para su carrera, porque le permite, por ejemplo, acceder a determinados cargos”, explicó Annabel Ferreira, profesora adjunta de Fisiología en la Facultad de Ciencias. “En cambio, las notas en medios de comunicación valen cero, es decir, no se cuentan para el curriculum del científico”, agregó.

La ciencia en sí misma puede parecerle un tema de difícil acceso al ciudadano promedio, pero tampoco el comunicador está ajeno a ese temor, ya que él no sólo debe poder comprenderla, sino que además tiene que ser capaz de explicarla de manera clara y eliminando ciertos tecnicismos que serían incomprensibles sin una formación académica en el área. Es por eso que, generalmente, “este tema es visto como un “cuco” por los periodistas; es verdad que a algunos de ellos simplemente no les gusta, pero hay muchos otros que le tienen miedo”, aseguró Zabala.

Los científicos, por su parte, también “tienen terror de que los periodistas vayan a tergiversar lo que ellos dicen, de que sus explicaciones sean malinterpretadas y que se terminen publicando cosas que en realidad ellos no dijeron”, expresó Costa, quien agregó además que se pierde cerca del 30% de la información al ser simplificada para publicarse en un medio.

“Quizás para un científico que lea una nota periodística, puede parecerle que hay demasiadas simplificaciones, pero nosotros no escribimos para el experto sino para el público”, dijo la periodista de Búsqueda Daniela Hirschfeld, especializada en ambiente, ciencia y técnica.

En ese intento que hace el periodista por “traducir” los datos, los términos y los conceptos de la ciencia, “existe un riesgo de perder precisión, pero hay que ponerlo en la balanza: si uno por ser exacto, termina no comunicando, entonces ¿qué sentido tiene lo que está haciendo?”, expresó Zabala.

De acuerdo con la periodista de El Observador, al tratar de simplificar algo, no se está ahondando lo máximo posible. Pero, como dice el refrán, “el que mucho abarca, poco aprieta”, es decir, que “no puedo profundizar todo lo que quiero, porque termina siendo algo inentendible, aunque sí puedo hacer una descripción amplia que al menos le dé al lector un panorama de lo que significa el tema”, dijo Zabala.

Culpa de ambos

El problema, que tanto científicos como periodistas coinciden en señalar, es la mala interacción que existe entre los dos mundos. En el caso de los científicos, “no hay una intención de transmitir sus investigaciones de manera clara, y es por ello que muchas veces la información ha sido distorsionada, porque se utiliza un leguaje y unos códigos distintos”, sostuvo Ferreira, quien expresó además que “la divulgación es una obligación del científico; él tiene un deber para con el público, porque de ahí recibe su financiación”.

De acuerdo con Costa, sus colegas investigadores “no sólo no están preparados para difundir claramente el conocimiento, sino que además no están interesados en hacerlo, porque son muy pocos los que tienen la necesidad de devolverle algo a la sociedad”. Y un cambio en la actitud de los científicos, dijo Costa, sólo será posible cuando quienes están por encima de ellos comiencen a presionarlos.

Asimismo, Ferreira opinó que los científicos deberían sentir la obligación de capacitar a los comunicadores sobre temas específicos de actualidad. “¿Cómo puede ser que salga un shampoo diciendo que contiene ADN vegetal, que se hable de la existencia de un gen de la homosexualidad o de la maternidad, y que encima el periodismo lo levante como si nada?”, cuestionó.

Pero la profesora de Fisiología señaló que en el ambiente académico también se percibe una falta de interés por parte de los periodistas respecto a realizar investigaciones en el área. “Nunca nos consultan sobre nada. Con lo de la aftosa o el Genoma no se recurrió a los científicos”, afirmó. “A veces lo que hacen los periodistas es tomar cables de noticias científicas o de medios del exterior y los levantan textuales, y muchas veces los levantan mal”, agregó.

En el caso del diario El Observador, que dedica algunas de sus páginas a temas relacionados con la ciencia, “en general nos limitamos a divulgar, es decir, a recibir la información científica y trasladarla de la forma más entendible que se pueda”, dijo Zabala. “Uno trata de investigar, sería lo ideal, pero al final sucede que el 90% de las notas científicas que se publican son a partir de algo que llegó, un cable o un comunicado de un laboratorio. En general, se hace poca investigación en todas las áreas del periodismo, pero menos en el tema de la ciencia”, afirmó.

Búsqueda, por ser un semanario y disponer de más tiempo, “nunca se limita a hacer divulgación pura, sin un análisis y sin una mirada crítica y atenta a lo que se está comunicando”, sostuvo Canoura. “Cuando llega la información, la tomamos como materia prima para hacer notas en las cuales podamos profundizar, analizar y consultar otras fuentes”, dijo.

La periodista relató, además, que cuando comenzó a trabajar en el área de la ciencia hace nueve años, “era muy difícil poder entrevistar, por ejemplo, a los médicos, porque ellos no confiaban en que se iba a escribir algo de calidad y sin errores. Incluso creían que sus investigaciones se contaminaban divulgándolas en la prensa”, expresó. No obstante, y contradiciendo la percepción académica de la situación actual, Canoura sostiene que ha habido un avance increíble y que la comunicación se ha vuelto bastante fluida.

Otro de los problemas que han entorpecido el relacionamiento entre científicos y periodistas reside en uno de los pilares de estas dos profesiones. Cuando un investigador envía un artículo para ser publicado en una revista especializada, éste le es devuelto previamente con correcciones y sugerencias para que siempre sea el propio autor quien tenga la última palabra acerca de cómo será el trabajo.

Es esa misma posibilidad de decisión la que han venido reclamando los científicos ante los medios de comunicación. “Debería ser así, que el investigador, o cualquier entrevistado, pueda leer antes lo que se va a publicar, porque allí se está poniendo su nombre”, expresó Ferreira.

Sin embargo, esa forma de proceder choca frontalmente con el profesionalismo periodístico. “Nosotros recurrimos a las fuentes y ellas tienen que confiar en nuestra capacidad y en lo que escribimos”, dijo Canoura. “Si la nota es demasiado técnica o específica, podemos pedirle al científico que nos aclare algún concepto, pero el investigador nunca nos revisa los artículos. Como profesionales serios, no nos interesa divulgar errores, así que podemos volver mil veces al científico para repreguntarle, pero no para que nos corrija la nota”, agregó.

Por su parte, Zabala coincidió en señalar que generalmente nunca se le da el artículo a la fuente, aunque en el caso de la información científica muy especializada se han hecho algunas excepciones. “Es necesario chequearla con mucho más cuidado y delicadeza, porque en estos temas una palabra de más o de menos puede cambiar todo el significado. Tratamos de ser mucho más cautelosos en el manejo de la información científica, ya que es mucho más fácil errarle”, expresó.

Nuevos espacios

El espacio de los medios de comunicación en Uruguay ha sido tradicionalmente acaparado por los temas políticos y también económicos, aunque en menor medida. Hasta no hace mucho, era casi inconcebible el anuncio en tapa de una noticia relacionada con la ciencia, salvo grandes excepciones.

Pero las cosas están cambiando. Y son los propios periodistas quienes reconocen un decaimiento en estas áreas, al mismo tiempo que observan cómo los temas científicos se abren paso y crecen más y más, tanto así que hoy incluso están apareciendo en tapa. Los medios, como criterio editorial, han comenzado a darles más importancia.

“La gente está harta de la política y de la economía”, expresó Zabala. Sin embargo, la periodista dijo que no cree que en Uruguay el periodismo político alguna vez termine último, sobre todo por el prestigio que significa trabajar en esa área. “No creo que se revierta el orden de importancia de los temas, pero sí los porcentajes”, agregó.

De acuerdo con Canoura, el público está agotado de leer noticias relacionadas con la política, porque sus intereses van por otros lados. Y los medios están atentos a esos cambios, por lo cual se buscan temas que estén más en contacto con la realidad uruguaya. En estos momentos de crisis política, dijo Hirschfeld, “la gente necesita un respiro, leer algo que no sea política o economía, que no sea un bajón, para así no estar tan inmersos en la realidad”.

¿Pero qué piensa la gente? ¿Acaso el público se da cuenta de la importancia de ese gen que acaba de ser descubierto, o de ese nuevo telescopio que flota ingrávido en el espacio?

“Yo pienso que no, que nuestra sociedad no valoriza lo científico, porque no consideran la labor del investigador como algo perteneciente a la cultura”, expresó Ferreira. Muchas veces la prensa exagera y afirma que “los científicos son todos malos” porque “cae más simpático que se hable en contra que a favor de la ciencia. Es mucho mejor visto estar en contra de los transgénicos que a favor de ellos”, expresó Ferreira.

“Es verdad que, a los que somos más jóvenes, no nos llama mucho la atención la ciencia, porque estamos acostumbrados”, dijo Hirschfeld. “Pero para las generaciones anteriores debe de ser impresionante. Vivimos en un momento en que la ciencia y la tecnología se han acercado mucho a la vida cotidiana y se han aplicado en las cosas más cercanas al hombre. Y eso, sin duda, está comenzando a captar el interés del periodismo”, agregó.